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La política de Maru: “abrazos no, pero pedradas sí”

¿Recordamos cuando, textualmente, la gobernadora María Eugenia Campos Galván, invitó a los «malandros» y al crimen organizado a «hacer de las suyas» en Ciudad Juárez? Creando así distinción entre ciudadanos de primera y de segunda. Los juarenses, por supuesto, siempre nos mantenemos secundarios y desatendidos en la política y el discurso de Maru, al fondo, casi difuminados.

¿Recordamos cuando la panista sentenció, en un mitin de Toluca, «les habían roto el hocico» a los candidatos del Movimiento Regeneración Nacional? Abanderando, de este modo, un discurso que poco disuade y concilia, pero sí hostiliza con sus adversarios políticos.

En la misma semántica de esta serie de declaraciones públicas, entre problemáticas y vergonzosas, nace otra más. Pues ante los cuestionamientos que enfrenta en materia de seguridad pública, con un lenguaje impropio de la función pública y de la relación interinstitucional, la gobernadora instó al gobierno federal a «no hacerse pendejo». Esto parece cobrar relevancia en el contexto de las constantes faltas de Maru Campos a las mesas de Seguridad, mismas que podrían abonar al decremento de la escalada de violencia en Chihuahua, y por supuesto, en el contexto del monumental fracaso que constituye la Plataforma Centinela en Chihuahua. Un proyecto opaco y costoso que implicó un contrato otorgado por adjudicación directa y cuya información continúa clasificada al público al mismo tiempo que Chihuahua avanza escaños en violencia, subiendo del sexto al cuarto lugar nacional en la comisión del delito de homicidio doloso de 2022 a 2023.

Podríamos desestimar e ignorar este acontecimiento, asumiéndolo simplemente como un momento bajo y penoso propio de la mandataria, un mensaje que refleja a su emisor o incluso como algo normal cuando abunda la denostación y escasean las acciones y el buen gobierno; no obstante, su pronunciamiento público esgrime un discurso de violencia política, en una etapa escarpada que vive Chihuahua, en la que brigadistas de morena han sido amedrentadas por su afiliación política y agredidas físicamente con piedras en la Colonia Cerro Prieto por Reyna Arellano, líder seccional panista y trabajadora del Municipio de Chihuahua. Hechos que, por cierto, posteriormente el alcalde de la Ciudad de Chihuahua, Marco Bonilla, minimizó y tachó de «electoreros». Así que, en política, ahora no sólo debemos tener la piel dura, sino también el cráneo. Porque la invitación a la violencia que pregona Maru Campos, comienza a tener el peso y el peligro de una piedra para los ciudadanos chihuahuenses.

La facilidad con la que la gobernadora y sus seguidores condonan y reproducen la violencia no es ninguna novedad, pero debería preocuparnos. El PAN, como partido político, a través de estas conductas, se exhibe a sí mismo. Evidencian sus fobias, su falta de ideas y de propuesta y saben decir: «López Obrador no», porque es cómodo para la oposición despotricar y declararse de forma rotunda en contra de lo que asumen que representa López Obrador. Sin embargo, son incapaces de invitar a un proyecto político que dé rumbo al país, sencillamente porque carecen de uno.

Y entonces nos enseñan lo que creen que los chihuahuas merecemos: una gobernadora que emplea su investidura para escandalizar, no por los insultos que profiere, sino por cómo su política de gobierno nos recuerda tanto al duartismo de antaño.

Quienes critican el «abrazos, no balazos» hoy nos dan una lección y una demostración de lo que representa su política de gobierno: «abrazos no, pero pedradas sí».